12 ene 2013

Existe un falso estereotipo que supone que los varones homosexuales padecen un constante apetito sexual y una actitud depredadora inmanente. Nada más falso que ello.

Hace poco un comentarista de mi bitácora Paquito el de Cuba me decía casi con disgusto —y tal vez con algo de envidia y morbo— que solo me faltaba contar “mis intimidades” con mi novio en el blog.

No creo que sea necesario tanto, pero tampoco es imposible hacerlo sin caer en el mal gusto o la sordidez. Porque la sexualidad y la satisfacción de la pareja no tienen que ser necesariamente algo oculto y vergonzoso, si tenemos suficiente confianza en nosotros mismos y en nuestra relación.*Por Francisco Rodríguez

En este punto no puedo dejar de mencionar ese falso estereotipo que supone en nosotros, los varones homosexuales, un constante apetito sexual, una actitud depredadora inmanente, hasta casi caricaturizarnos como penes —o anos— andantes…

Ello es un mito, por supuesto, que alguna gente sostiene muchas veces para fundamentar posturas homofóbicas y discriminatorias. Conozco parejas gay bastante conservadoras en materia de sexo, como otras que experimentan todo tipo de novedades entre sí y con otras personas, tanto como las heterosexuales.

La intensidad y los requerimientos de cada individuo en materia de sexualidad son como ese tipo de invitación oficial que a veces nos llega con la siguiente advertencia: “personal e intransferible”.

Cada cual elabora sus fantasías y “locuras” de acuerdo con su imaginación y su tempo. Y lo mejor, en cualquier caso, es hablarlo con nuestra pareja. Al menos, es lo que me funciona a mí, en casi diez años de relación que llevo con mi novio —ya saben que no podemos casarnos ni establecer una relación jurídica formal porque las leyes cubanas aún no nos reconocen ese derecho.

Lo que sí me parece fatal, y puedo dar testimonio de que sucede, es el comportamiento de personas que hacen gala de timidez o pudor con su pareja, o no dicen exactamente lo que quisieran que él o ella les hicieran o les dejaran hacer, para luego salir a buscar en otras relaciones lo que no hallan en casa.

Y no resulta tan infrecuente. Nada más ridículo —y triste en el fondo— que ciertos hombres, por ejemplo, que acuden a sitios de encuentros ocasionales o zonas de ‘cruising’ gay, siendo ellos presuntamente hetero sexuales y hasta homofóbicos, para poder pedir o satisfacer allí sus deseos inconfesables.“¡Si mi mujer me lo hiciera así, yo no estaría aquí!”, dicen en una mezcla de éxtasis y patetismo.

Otra leyenda son las rutinas sexuales. Es cierto que hasta el más rico manjar, nos repugna con la reiteración. Pero, les confieso que hay ciertas repeticiones que pueden llegar a ser muy excitantes, cuando ya la pareja lleva, como es mi caso, un tiempo prolongado de relación.

También lo previsible puede pasar a ser parte de los juegos eróticos previos o del acto sexual, donde las variaciones, calculadas o espontáneas, vienen a resultar —como en la música— un estímulo y un reto adicional para nuestra inquieta libido.

En fin, no me hagan mucho caso, ya saben que soy Escorpión, y quienes nacimos bajo este signo zodiacal, en materia de sexo tenemos muy mala — ¿o será buena?— fama.

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